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Writer's pictureRuth Albores

Cuerpomente entrevista a Jon Kabat Zinn


Mayra Paterson publicó en el portal Cuerpomente una larga entrevista con el Dr. Jon Kabat Zinn el principal representante de mindfulness y creador del Programa de reducción basado en la atención plena. El Dr. Kabat Zinn habla de diversos temas asociados a la filosofía y práctica de mindfulness. Aquí podrán leer algunos fragmentos de esta entrevista.


–¿Qué recuerda de sus primeros pasos en la meditación?–Lo importante era sacar algo de tiempo al día para "no hacer", para simplemente "ser". La gente suele malinterpretar lo que significa meditar. Se cree que es hacer algo concreto para conseguir llegar a un estado especial. Pero en realidad se trata de dejar de hacer, de salirte de la rutina y el ajetreo diarios para dedicarte un rato a permanecer con la conciencia despierta.

Desde muy pronto descubrí que para mí era la mejor forma de empezar el día. Aquello me alimentaba. Era como un balón de oxígeno que me iba directo al corazón. Y luego, todo el resto del día me iba mucho mejor. Me ocurría como a las orquestas: antes de tocar una pieza han de pasar un buen rato afinando los instrumentos. La meditación nos afina antes de salir al mundo para que podamos hacer sonar la melodía.


–¿Medita cada día? –Sí, entre media hora y una hora. O más, si incluimos el tiempo que practico yoga, que para mí es otra forma de meditar. A veces se pueden utilizar puertas diferentes para entrar en una misma habitación. Ahora bien, aunque meditar formalmente por las mañanas es muy importante, hay otra manera de hacerlo que lo es incluso más.

Se trata de llevar la meditación a la vida cotidiana o, en otras palabras, permitir que la vida misma se convierta en una práctica meditativa, porque la auténtica meditación depende más de cómo se vive la vida que de si se practica reservando un tiempo cada mañana. Meditar se convierte así en estar más presente en todo lo que va sucediendo a lo largo del día, evitando juzgar y reaccionar de forma impulsiva.

–Usted se ha dedicado a enseñar una meditación llamada mindfulness o atención plena. ¿Es la meditación de atención plena otra forma de llamar a la meditación budista o del yoga?–En cierto modo, sí. La atención plena es el núcleo o punto de unión de las diferentes prácticas meditativas. Existen muchas corrientes y filosofías basadas en la meditación, así como muchas técnicas para practicarla, pero todas tienen en común esa atención plena, que yo entiendo en un sentido amplio como conciencia pura. Todas las tradiciones han aludido a ella, pero las prácticas meditativas budistas son las que lo han definido de forma más precisa. De ahí que la atención plena se haya considerado el eje de la meditación budista.


Pero a mí la atención plena me gusta definirla en términos prácticos como la conciencia que se despierta a raíz de prestar atención al momento presente de forma intencionada y sin juzgarlo. Y me gusta añadir: "como si tu vida dependiera de ello". Porque en muchos sentidos, tanto literal como metafóricamente, la vida puede depender de la calidad de esa atención y apertura de corazón.


–¿Por qué es tan importante prestar atención sin juzgar? –Practicar la atención plena no impide que juzguemos: juzgamos constantemente y lo seguiremos haciendo. Pero ayuda a tomar conciencia de cuánto lo hacemos y de hasta qué punto podemos llegarnos a creer nuestros propios juicios. Si uno se para y observa la mente se da cuenta de cuántas ideas y opiniones sostiene sobre casi cualquier cosa.

Muchos de nuestros juicios de valor los hacemos de forma automática, sin pensarlo, y a esos juicios les sigue una reacción emocional que será positiva o negativa en función de si aquello que estamos juzgando nos ha gustado o no.

La atención plena ayuda a ver las cosas más como son y no tanto como creemos que son o como nos gustaría o temeríamos que fueran. Esto resulta muy liberador y reduce el sufrimiento, porque gran parte de nuestro sufrimiento viene de no conseguir que las cosas sean como queremos o de obtener cosas que creemos no desear. Estamos constantemente luchando contra la vida, ansiando ser felices a base de esperar que el universo nos dé lo que queremos. Pero el universo no nos tiene tan en cuenta...


–Sostiene que la meditación no es una técnica sino una forma de ser. ¿A qué se refiere? –Existen miles de técnicas meditativas pero las técnicas están para trabajarlas y desarrollarlas empleándose en algo. Pueden resultar útiles a cierto nivel pero en algunos momentos pueden ser un obstáculo. En cambio, meditar no consiste en hacer sino en estar más presente, ser menos crítico y menos reactivo emocionalmente, más capaz de discernir...

Se trata, en definitiva, de ser más compasivo, con uno mismo y con los demás, y también, por qué no decirlo, más sabio, pues ya no se vive atrapado por la apariencia de las cosas y se gana comprensión sobre lo que está sucediendo. Entonces, cuando se actúa, se actúa desde el ser, y ese es un hacer muy diferente del hacer inconsciente.


–¿A qué cosas deberíamos prestar esa atención?–Lo importante no es a qué prestas atención sino cómo la prestas. Tampoco se trata de dedicar más atención sino de prestar un tipo de atención especial, menos apegada y menos limitada por la imagen que uno tiene de sí mismo y de lo que le rodea. De todas formas, en la práctica es lógico preguntarse a qué se puede prestar atención. Puede ser la respiración, las sensaciones que esa respiración provoca en las diferentes partes del cuerpo, lo que se siente en la piel, las sensaciones que provoca una postura de yoga...


Pero insisto: es una atención que se centra en el momento, una presencia mental lúcida y ecuánime. Porque en esa presencia mental reside nuestra esencia. El problema es que solemos estar tan ocupados pensando y haciendo que lo olvidamos.

–La meditación enseña a no identificarse con lo que se siente o se piensa. Si no somos lo que pensamos ni lo que sentimos, ¿qué somos? –Esa es la pregunta fundamental de cualquier práctica meditativa profunda: ¿Quién soy? o ¿Qué soy? Cuando en el día a día se nos hace esa pregunta solemos responder cómo nos llamamos, a qué nos dedicamos, dónde hemos nacido... Pero ¿quiénes somos más allá de todos esos atributos?

La meditación de la atención plena plantea la pregunta constantemente pero no da ninguna de esas respuestas. Porque la respuesta no está en las palabras sino en el silencio. Permite darse cuenta de que, si no eres quien piensas, puede que seas la conciencia misma. O dicho de otro modo: eres aquel que está despierto; no aquel que siente o piensa, sino el que está presente, el que formula la pregunta. Y la conciencia, esa presencia mental, es más poderosa que los pensamientos y los sentimientos, porque permite arrojar luz sobre ellos, comprenderlos e incluso cambiarlos.


–¿Cómo ayuda la meditación a sobrellevar el dolor?–La mayoría de las veces cuando sentimos dolor lo que queremos es huir de él, darle la espalda, y recurrimos a los fármacos o incluso a la cirugía. Pero no siempre los fármacos consiguen reducir el dolor y en ocasiones la cirugía no es viable. Pocas veces intentamos hacernos amigos de ese dolor, entenderlo y aceptarlo. Sin embargo, cuando alguien empieza a llevar la conciencia a las sensaciones del cuerpo, a los pensamientos que tiene sobre ese dolor y a las emociones que le provoca, suele suceder que su sufrimiento se reduce. Quizá las sensaciones no desaparezcan, pero se sufre menos.


Lo que sucede es que solemos confundir la sensación de dolor con lo que pensamos sobre el dolor y las reacciones emocionales que tenemos ante ese dolor, sea frustración, decepción, incluso miedo... Y meditar permite tomar conciencia de ello y ver que existen otras maneras de relacionarse con el dolor. De hecho, en un estudio se vio que prestar atención de determinada manera a las sensaciones corporales, sobre todo a sensaciones incómodas como el dolor, modifica con el tiempo la interpretación que el cerebro hace de ellas. De ahí que meditar sea una herramienta muy poderosa para personas con enfermedades crónicas dolorosas a las que la medicina no consigue aliviar.


–¿Cómo cambia la forma de afrontar la enfermedad?–Nosotros ponemos el acento en los aspectos de la salud de la persona que andan bien y dejamos lo que no funciona en manos de los médicos. Cuando alguien acude a un hospital le preocupa lo que va mal y es natural que sea así, pero nosotros intentamos que se fije en lo que va bien, en lo que no constituye un problema. En la respiración, por ejemplo. El simple hecho de estar respirando ya es algo bueno. O en el cuerpo. O en la capacidad de prestar atención y despertar la conciencia. Y lo que hacemos es entrenar esa conciencia en el propio cuerpo.


–¿Qué aptitudes requiere practicar la atención plena? –Hay que tener la voluntad de cuidarse y también cierta confianza en uno mismo, saber que, por muy difíciles que sean las circunstancias que se están viviendo, en cada uno de nosotros hay más cosas que van bien que cosas que van mal. A veces si la persona está muy deprimida no tiene la suficiente confianza que se requiere para empezar.

Si uno se abre a la posibilidad de que posee recursos para aprender, crecer, curarse y quizá transformar su vida, puede que se plantee meditar. Puede confiar en que con un poco de esfuerzo y disciplina podrá convertir la práctica en un hábito y disfrutar de esa belleza de estar vivo, de la que tan hermosamente han hablado muchos poetas también en español, como Antonio Machado, Pablo Neruda o Juan Ramón Jiménez. Meditar es una forma de amar. Lo que se necesita es recordar que en lo fundamental estamos bien.


–¿Es necesario ir guiado para empezar a practicar la atención plena?–Yo lo recomiendo. Se puede empezar siguiendo las instrucciones de algún libro, grupo o grabación para saber qué se tiene que hacer. De lo contrario es fácil perderse en los propios pensamientos. Y meditar no tiene nada que ver con pensar, pero requiere cierta disciplina y una estructura.


–¿Podría dar un ejemplo de cómo se aplica al día a día? –Puedes tomar conciencia del momento en que te despiertas por la mañana antes de saltar de la cama. Te quedas un rato tumbado e intentas sentir cómo el cuerpo se apoya sobre la cama y cómo la respiración entra y sale desplazándose por el cuerpo. De vez en cuando te recuerdas a ti mismo que estás despierto y que se te ha dado un nuevo día, y luego vuelves a fijarte en el cuerpo y en sus sensaciones. Se trata, pues, de tomarse unos minutos para estar en contacto con el cuerpo, con la respiración, con la conciencia...

Luego puedes llevar esa actitud al cuarto de baño. En la ducha, en lugar de perderte en pensamientos que te hacen estar en cualquier sitio menos en la ducha, puedes fijarte en cómo cae el agua sobre la piel. Y así con otras facetas de la vida cotidiana: mientras cocinas, al vestirte, al hacer la limpieza, al cepillarte los dientes... No hace falta que le dediques un tiempo de más: se trata únicamente de prestar atención a lo que ya haces cada día.

–¿Eso implica no querer hacer varias cosas a la vez?–Sí, ¡ser multitarea no es muy compatible con la atención plena! De hecho, varios estudios han comprobado que realizar varias tareas a la vez somete al cerebro a una gran presión y afecta enormemente al rendimiento. Hacer las cosas de una en una y poner empeño en hacerlas bien estando presente en cada momento, no solo mentalmente sino también desde el cuerpo, es un gran paso si se quiere vivir una vida con sentido. Por supuesto, el mundo avanza en la dirección contraria. Hacer varias cosas a la vez está a la orden del día y por eso también hay tanto estrés.



Aquí pueden leer la entrevista completa:

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