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Autor: Dr. Eric López Maya
En este documento se presentan los estándares de enseñanza que deben reunir los instructores de mindfulness y prácticas contemplativas en general, así como los criterios mínimos específicos, o de primer orden, propuestos desde un punto vista integral, ético y profesional.
La creación de estos estándares surge, por un lado, de un profundo respeto hacia las necesidades de nuestros alumnos y clientes, y por otro lado de un compromiso ético y profesional por mantener la integridad de esta naciente disciplina, así como de nuestra experiencia y trayectoria.
A lo largo de los más de 17 años de experiencia personal y profesional en el campo de mindfulness, he adquirido el compromiso de salvaguardar la integridad y apego a los principios de esta disciplina, en primer lugar practicando y formándome en las instituciones más reconocidas del campo y posteriormente al enseñar, investigar y entrenar a profesionales en mindfulness en varias partes del mundo.
Antecedentes
Para empezar, la creciente popularidad de mindfulness está permitiendo dar a conocer esta práctica en ambientes que nadie se habría imaginado. El resultado de este crecimiento ha sido, en muchos casos, muy benéfico para los involucrados. En la medida en que mindfulness continúe popularizándose, se convertirá en un importante instrumento de cambio social, siempre y cuando se enseñe de manera adecuada y competente.
Además de la creciente demanda por intervenciones basadas en mindfulness, probablemente una de las razones por la que el número de personas que se creen capacitadas para enseñar mindfulness o que se autodenominan instructores o facilitadores ha aumentado notablemente es que esta práctica es en apariencia muy sencilla de enseñar y practicar. Por supuesto, no necesitamos más de 5 minutos para darnos cuenta de lo difícil que es intentar mantener nuestra atención en la respiración, por ejemplo, aunque literalmente toma años darse cuenta de las profundas implicaciones psicológicas, emocionales y espirituales que esta práctica puede tener en nuestras vidas y las de otras personas, por lo que es necesario contar con herramientas para poder orientar, acompañar y asesorar a los practicantes de mindfulness sin crear perjuicio y optimizando los beneficios que pueden obtener.
Mindfulness es engañosamente simple y esta aparente simplicidad ha llevado a muchas personas a autoproclamarse “instructores” o “maestros” de mindfulness sin que cuenten con la comprensión y formación suficiente en el tema. Ante la falta de regulación y criterios que existe actualmente, es necesario normar las competencias mínimas que todo instructor de mindfulness debe tener, dada la proliferación de programas e instructores que no cuentan con las credenciales adecuadas, además de las potenciales consecuencias negativas para los participantes y el buen nombre de este campo ante este hecho. Este problema de falta de regulación profesional también existe en otras áreas de servicios en salud mental y capacitación, por lo que no es exclusiva del mundo de mindfulness.
Asimismo, quienes enseñan mindfulness tienden a tratar constantemente con personas que depositan su confianza en el instructor y que en ocasiones se encuentran en un estado de vulnerabilidad psicológica y/o física , a veces sin tener una visión crítica en cuanto a su formación o conciencia del daño psicológico que puede causar un facilitador sin preparación. Es por ello que las implicaciones éticas y profesionales de este trabajo deben quedar claras para el instructor, quien es responsable de la calidad de sus servicios.
Criterios
Los siguientes criterios son indispensables para toda persona que quiera enseñar mindfulness a otros de manera ética y profesional. Estos criterios tienen algunos puntos en común con propuestas que se han hecho en otras instituciones, principalmente en Estados Unidos y el Reino Unido, aunque esta propuesta es independiente, ya que las características socioculturales en los países de Iberoamérica son distintas, así como el perfil profesional del instructor.
Los criterios están divididos en 4 áreas funcionales (ver figura 1), las cuales son indispensables como características mínimas y necesarias de competencia, es decir, toda persona que enseñe mindfulness como elemento didáctico central de su intervención debe cumplir con todos los puntos que se exponen a continuación, de lo contrario sus competencias no serían las adecuadas para impartir mindfulness de manera profesional y ética:
Fundamentos teóricos
Una preparación teórica sólida es fundamental para desempeñarse competentemente en cualquier área y mindfulness no es la excepción. El conocimiento teórico necesario para poder enseñar mindfulness no se limita únicamente a conocer los orígenes y fundamentos históricos de la práctica, sino que debe incluir también una comprensión de las definiciones de mindfulness desde el punto de vista conceptual y operativo, los mecanismos de acción de la práctica desde una perspectiva psicosocial, así como identificar las principales áreas de aplicación de mindfulness. De igual forma, es necesario contar con conocimientos fundamentales sobre los principales hallazgos de investigación en estudios contemplativos. El nivel de profundidad y amplitud del conocimiento en estos puntos dependerá principalmente del área de aplicación que le interese al instructor, así como de su formación previa, aunque en ningún caso los instructores deberán enseñar sin tener al menos un conocimiento teórico básico de los puntos antes mencionados y del área donde quieran enseñar.
Habilidades didácticas
Desde el punto de vista de un neófito, la noción de “estar capacitado” para enseñar mindfulness generalmente se limita a este punto, en donde aprender algunos ejercicios y técnicas sería suficiente para autodenominarse “instructor de mindfulness”. Nada más alejado de la realidad. La complejidad de enseñar mindfulness involucra, una comprensión vivencial de las implicaciones de la práctica, la cual se vea reflejada de manera fundamental en la implementación de ejercicios, dinámicas y estrategias específicas. Este entendimiento personal tiene como consecuencia el desarrollo de una profunda empatía y conexión con los participantes, la cual es imposible de conseguir mediante la mera impartición de “técnicas”. Mindfulness no sólo es un conjunto de técnicas, sino que es una manera ver la vida. En este sentido, no es posible construir una manera de ver la vida basada en mindfulness a través de un entrenamiento de pocos días de duración que sólo se base en aprender ejercicios, dejando de lado la profundidad experiencial de esta práctica. En contraste, las habilidades de manejo de grupos, planeación, diseño de cursos y adaptación de modelos existentes al contexto donde enseña el instructor también son vitales desde el punto de vista operativo y deben desarrollarse en paralelo con la comprensión vivencial antes mencionada. En resumen, las habilidades didácticas del facilitador de mindfulness son una función directa de su compromiso con la práctica, en donde el uso de técnicas está subordinado a la práctica personal diaria. No puede haber habilidades didácticas competentes sin práctica personal comprometida.
Práctica personal
Este aspecto está íntimamente relacionado con el anterior, ya que resulta imposible encontrar un instructor de mindfulness que sea aceptablemente competente y que no tenga un compromiso diario con la práctica de mindfulness. Este punto tiende a omitirse con frecuencia en personas que quieren enseñar mindfulness de manera espontánea. Además de la práctica diaria de meditación, el instructor de mindfulness está obligado a participar de manera constante en retiros de meditación que le ayuden a profundizar y matizar su entendimiento de la práctica, lo cual tendrá como consecuencia una mayor eficacia de sus intervenciones. No es difícil de entender que la comprensión de la práctica tiende a incrementarse con el paso de los años, asumiendo que el instructor recibe una guía adecuada a lo largo de este proceso.
Formación continua
Los 3 puntos anteriores no son procesos finitos y lineales, es decir, no existe un punto en el que la formación del instructor concluya sin que exista la necesidad de seguir aprendiendo, no sólo a través de la práctica personal continua, sino también a través de cursos y formaciones de actualización y educación continua. La tarea de enseñar mindfulness a otros de manera ética y responsable implica un compromiso profesional sostenido a lo largo de los años que incluye, por supuesto, la práctica personal de meditación y la asistencia a retiros.
Figura 1. Componentes de los estándares de enseñanza para instructores de mindfulness (habilidades de primer orden).
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